Las avalanchas de nieve
Los aludes, como normalmente se denomina a las avalanchas de nieve, se han cobrado un gran número de vidas humanas en nuestro país, el 81% de ellas en la cordillera Pirenaica. Los mayores afectados son los montañeros y esquiadores que frecuentan la alta montaña en invierno, pero esto no significa que ellos sean los únicos que corren riesgo. Hay un buen porcentaje de aludes que han afectado a caminos, senderos, carreteras, pistas de esquí e incluso edificios, por lo que no es necesario subir muy alto para ser sorprendidos por una avalancha de nieve. Aunque afortunadamente hay casos, salir ileso de un alud es poco probable, así que lo mejor que podemos hacer es evitarlos.
Consejos generales: Conviene consultar el parte de riesgo de aludes antes de salir a la montaña. Existe una escala europea de riesgo de aludes que los clasifica de débil (grado 1) a muy fuerte (grado 5).
El riesgo de aludes existe en mayor o menor medida siempre que hay nieve, así que nunca hay que bajar la guardia. Pensad que un alud puede producirse de forma natural, pero también puede ser provocado. Un animal, nosotros, un silbido, grito o un pequeño temblor pueden desencadenar una avalancha. Debemos evitar las pendientes fuertes cargadas de nieve: ni pasar por debajo de ellas, ni tampoco cruzarlas.
Muchos aludes suelen producirse todos los años en el mismo lugar. Debemos informarnos de cuáles son estos sitios. Si no conocemos la zona y tenemos dudas, siempre es bueno hablar con los guardas de los refugios, guardas forestales, Guardia Civil de Montaña, Protección Civil o lugareños de la zona. Todas estas personas nos pueden orientar en cuanto a qué zonas son más peligrosas: no desatendamos sus consejos.
Si nuestras salidas por zonas de nieve son muy frecuentes es fundamental llevar un equipo ARVA (aparato emisor-receptor utilizado para localizar a las víctimas de un alud). Esto, aparte de poder salvarnos la vida, facilitará la localización de nuestro cuerpo y, por lo tanto, ahorrará mucho trabajo a los equipos de rescate, evitando más riesgos para estas personas. Este aparato también nos puede servir para localizar a otras personas o compañeros —siempre que estos vayan equipados con otro ARVA— que hayan sido sepultados por la nieve.
Es recomendable realizar al menos un curso de prevención de aludes. Conocer la nieve y saber interpretarla puede ser uno de nuestros mayores aliados.
En caso de ser arrastrados por un alud: Ya hemos dicho que salir ileso de un alud es muy difícil y depende de muchos factores. Pero no por ello debemos tirar la toalla si nos vemos sorprendido por uno. Tenemos que intentarlo todo.
Si vemos que un alud se dirige hacia nosotros, intentaremos salir de la trayectoria de la nieve lo más rápido posible. Si vemos que no lo vamos a conseguir y llevamos puestos esquís o raquetas de nieve, debemos sacárnoslos (si no lo hacemos, harán de ancla y facilitarán que nos hundamos en la nieve mientras ésta se desplaza). Una vez en contacto con la nieve tenemos que bracear y hacer movimientos como si estuviéramos nadando, hay que intentar a toda costa mantenernos en la superficie. Cuando sintamos que nos estamos deteniendo, nos taparemos la cara con los brazos de forma que cuando la nieve se compacte nos quede un espacio para respirar. Una vez nos hayamos detenido, tenemos que intentar salir hacia la superficie. En caso de no tener claro en que dirección excavar, usaremos nuestra saliva u orina para orientarnos. No chillemos estando dentro de la nieve a no ser que oigamos voces, pues debemos de ahorrar oxígeno y, si nosotros no podemos oír a nadie, es muy probable que tampoco ellos a nosotros. El ARVA, seguramente, será determinante para nuestra localización.